Jesús le contestó: -Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.-
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía: -Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.-
El Evangelio nos cuenta como continúa el diálogo: -Jesús le contestó: -Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere?.- Y ya Juan no puede resistirse y lo bautiza. Y cumple Jesús toda justicia. Él, siendo inocente, asume los pecados de los hombres haciéndose Él mismo pecador. Esta decisión libre, de amor hasta el extremo, le costará la vida entregada en la cruz. Jesús no tenía pecado, pero solamente Él era capaz de hacernos merecedores del perdón de los pecados.
El agua simboliza la limpieza del alma. Jesús la santificó al sumergirse en ella, sumergiendo así todos los pecados de los hombres.
Al salir Jesús de las aguas se manifiesta abiertamente la Santísima Trinidad: La voz es la del Padre, eterno Amante, el que engendra al Hijo en un acto de amor eterno, dándole toda su vida. El Hijo es el Amado, igual al Padre según su divinidad y consustancial con el Padre, los dos son uno en unión de amor. El Padre le dio toda su vida, y el Hijo ama al Padre con ese amor obediente. El Padre se complace en ese hombre que le ama con amor total y ama a su vez a los hombres en el Hijo.
La paloma simboliza el Espíritu Santo. Jesús es ungido por el Espíritu. Es así el Cristo, el nuevo rey del reino del Padre.
Al reflexionar sobre el bautismo de Jesús, comprendemos mejor que aquel Niño que contemplábamos en Belén y que fue presentado ante los pueblos por medio de una estrella, ha de ejercer una misión en nombre de Dios. Y que sobre Él reposa toda la confianza del Padre y toda la fuerza del Espíritu Santo. Más aún, si en Navidad contemplábamos al Verbo Encarnado, ahora se manifiesta todo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios se implica en la historia humana. La historia de Jesús se transforma ahora en la historia del Dios-con-nosotros y del nosotros-con-Dios.
Jesús se encuentra en el río Jordán, en Galilea, con Juan el Bautista y comienzan a hablar. Jesús le pide que lo bautice, pero Juan se resiste: -¿y tú acudes a mí?-... No Jesús -pensaría Juan- soy yo el que necesita ser bautizado por Ti, soy yo el necesitado de tu perdón, el pecador.